Las innovaciones sociales son nuevas prácticas sociales que pretenden satisfacer las necesidades sociales de una manera mejor que las soluciones existentes,[1] resultantes de, por ejemplo, las condiciones de trabajo, la educación, el desarrollo comunitario o la salud. Estas ideas se crean con el objetivo de ampliar y fortalecer la sociedad civil. La innovación social incluye los procesos sociales de innovación, como los métodos y técnicas de código abierto, y también las innovaciones que tienen una finalidad social, como el activismo, el voluntariado virtual, los microcréditos o la enseñanza a distancia. Hay muchas definiciones de innovación social, pero suelen incluir criterios generales sobre objetivos sociales, interacción social entre actores o diversidad de actores, resultados sociales y carácter innovador (la innovación debe ser al menos “nueva” para los beneficiarios a los que se dirige, pero no tiene por qué ser nueva para el mundo). Diferentes definiciones incluyen diferentes combinaciones y diferente número de estos criterios (por ejemplo, la UE utiliza una definición que hace hincapié en los objetivos sociales y la interacción de los actores)[2] La innovación social transformadora no sólo introduce nuevos enfoques para problemas aparentemente insolubles, sino que consigue cambiar las instituciones sociales que crearon el problema en primer lugar[3].
En este artículo ofrecemos primero una breve introducción al análisis de redes sociales, centrándonos en las medidas y enfoques que se utilizan en las contribuciones empíricas de este número especial. En segundo lugar, analizamos el papel de las redes sociales en el desarrollo de nuevos productos. Las redes sociales son intrínsecamente multinivel; consideramos cuatro “niveles”: redes dentro de una empresa, redes que cruzan los límites de la empresa, redes entre empresas y redes que residen fuera de la empresa. En tercer lugar, analizamos estos cuatro niveles y destacamos algunas de las investigaciones existentes. Resumimos y situamos los ocho artículos de este número especial en estos cuatro niveles. En conjunto, estos artículos ofrecen una interesante cobertura de este floreciente campo.
A partir de la visión basada en los recursos y la economía evolutiva, este estudio analiza el impacto de las actividades innovadoras tecnológicas y no tecnológicas en la competitividad tecnológica medida por el número de patentes. Además, se analiza la interacción entre las actividades innovadoras tecnológicas y no tecnológicas. Tras el análisis empírico realizado a partir de los datos facilitados por el Instituto de Política Científica y Tecnológica (STEPI) de la República de Corea, comprobamos que la eficacia de las actividades innovadoras tecnológicas tiene un impacto positivo en el número de patentes. Además, descubrimos que las actividades innovadoras no tecnológicas moderan positivamente la relación entre las actividades innovadoras tecnológicas y el número de patentes.
Hoy en día, las economías se basan cada vez más en las ideas. Pensemos, por ejemplo, en la aviación comercial. Después de un vuelo, Southwest Airlines puede descargar y volver a cargar a los pasajeros para que el mismo avión vuelva a volar en unos 10 minutos, es decir, la mitad del tiempo que tardaba el mismo proceso en los años 70. Como explica el economista John Cochrane, este logro tiene tanto que ver con las ideas y los conocimientos técnicos como con la tecnología. Southwest Airlines, y muchas otras aerolíneas después de ella, han podido ampliar su producción porque ahora cuentan con protocolos más eficientes para “girar los aviones” entre vuelos.
En 2018 Paul Romer ganó el Premio Nobel de Economía “por integrar las innovaciones tecnológicas en el análisis macroeconómico a largo plazo”. Romer desarrolló por primera vez esta observación en su trabajo seminal de 1990, titulado “Endogenous Technological Change”. En el centro de sus contribuciones estaba precisamente esta observación: la difusión de ideas fomenta el crecimiento económico y de la productividad1.
La teoría del “crecimiento endógeno” de Romer, que sitúa las ideas en el centro de las tecnologías económicas, hizo que los economistas se plantearan preguntas totalmente nuevas sobre los motores del crecimiento. ¿De dónde vienen las ideas? ¿Cómo se propagan las ideas?
Este libro integra la historia de la ciencia y la tecnología con la teoría moderna de las redes sociales. Utilizando ejemplos de la historia de las máquinas, así como estudios de casos de la tecnología inalámbrica, la radio y la teoría del caos, el autor pone en tela de juicio el modelo de invención del genio. Los conceptos de análisis de redes se presentan para demostrar la naturaleza social de la invención en áreas como la energía de vapor, los motores de combustión interna, la primera aviación, el aire acondicionado y otras. Utilizando medidas modernas de la teoría de redes, el autor demuestra que las redes sociales de invención del siglo XIX y principios del XX tienen características similares a las redes modernas del siglo XXI, como la World Wide Web. El libro aporta pruebas de que el crecimiento exponencial de la innovación técnica está vinculado al crecimiento de las redes históricas de innovación.